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Hay historias que aplican en varias situaciones, sabrán ustedes disculpar si en algún caso no aplica, o aplica demasiado 

Érase una vez un empresario, muy similar a otros tantos, tenía algunos negocios y algunas propiedades de las cuales vivía y los ingresos que de ellas obtenía, le permitían vivir cómodamente.

Su tiempo era ajustado sin embargo, había mucho que hacer para mantener la productividad y los resultados y, conseguirlo, no era un trabajo fácil; constantemente pensaba en cómo incrementar, de una buena vez sus ingresos, de manera que pudiera disfrutar un poco más de la vida.

Entre sus propiedades se encontraba una pequeña hacienda, producía poco en verdad, pero no necesitaba de muchos cuidados. Unos pocos trabajadores al mando de un capataz conseguían mantenerla adecuadamente y con una producción constante.

Un día, mientras la visitaba como parte de su recorrido semanal, pensó:

- Podría explotar mejor este terreno, sí, está bastante descuidado pero la tierra es buena y el clima es muy favorable. Con la ayuda de un agricultor experto podría conseguir que produzca lo suficiente para alcanzar la situación que sueño.

Y se puso a trabajar en ello: preguntó, consultó e indagó donde pudo hasta que consiguió el nombre y los datos de un agricultor experto. Lo llamó, concertó una cita y, en el día y hora acordados se encontraron en la hacienda.

- Tengo las mejores referencias de ti – le dijo – muchas personas me han hablado de tu capacidad y tus logros.

- Requiero que transformes esta tierra en un maravilloso campo productivo donde los cultivos se complementen y favorezcan entre sí de forma que se pueda incrementar el rendimiento en los próximos años. ¿puedes hacerlo?

El agricultor, curtido por tantos y tantos años de haber estudiado y logrado ese tipo de metas le dijo:

- Claro, pero debes estar consciente que es mucho el trabajo que se debe hacer. Más del que se pudiera percibir a primera vista: es preciso evaluar la capacidad de la tierra, determinar la capacidad de la propiedad, identificar las pendientes y formas de riego, determinar los cultivos adecuados, realizar bosquejos, encontrar proveedores, capacitar a la gente, hacer un plan de mejoramiento de la tierra...

- Sí estoy de acuerdo – le interrumpió el hacendado (tenía varias reuniones que atender) – tú eres el experto, tienes mi plena confianza, no puedo pagarte en este momento lo que en verdad vales pero en cuanto tengamos resultados la situación mejorará para mi y, obviamente para ti – y le alargó un papel con su propuesta.

El agricultor lo pensó, no era despreciable la oferta. A la postre, él era un hombre de retos y no le disgustaba la idea de conseguir algo diferente, único, trabajando desde cero.

- De acuerdo - contestó – pero tengo tu confianza y tu palabra

- Por supuesto – confirmó el hacendado – y dándole un fuerte apretón de manos dio por iniciado el trabajo y se fue contento con su decisión mientras el agricultor partía ya hacia los campos.

(continúa en la siguiente página)

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