Quisiera invitarla a leer un libro, o quizás, yo se lo leería. Intentaría voces y fingiría acentos, hasta que, ya cansada de imaginar, se durmiera en mi pecho...
Quisiera invitarla a oír música, o quizás, yo mismo la tocaría. ¿La voz? En eso tendrá que ayudarme o, al menos, aguantar la risa mientras intento alcanzar algunas notas no creadas para mi...
Quisiera invitarla a hablar de ciencia: supernovas, teorías, quazares, neutrinos, energía y más y, quizás, en una sola noche, dilucidar los misterios del universo y solucionar, claro, en nuestras mentes todos los problemas del mundo...
Quisiera invitarla a pasear, caminar o, ¿por qué no? correr en el bosque, hasta que todos los dolores del corazón se hayan convertido en dolor del cuerpo y luego, sentados en la hierba, reír hasta desfallecer mientras imaginamos la mejor forma de volver a casa...
Quisiera invitarla a tomar un vino, cortar unos quesos, mirarnos y disfrutar de un silencio cómplice; hablar de todo y de nada, reír o llorar si fuese el caso y dormir luego ya con el alma limpia...
Quisiera invitarla a hacer el amor, de cualquiera de las formas descritas o de las usuales formas carnales, y aún más, encontrar nuevas e improbables maneras de hacerlo...
Quisiera invitarla, pero aún no la conozco, ni usted a mi,
O quizás sí, pero aún no nos hemos reconocido
O quizás sí, pero esta no era nuestra era
O quizás sí, pero yo no era aún para usted.