Triada de la innovación

De entre las estrategias para el desarrollo, la que más sentido tiene es la que establece una triada entre Gobierno, Empresa y Universidad.

Cada una de estas instancias tiene su razón de ser, sus funciones y su experiencia, así, el Gobierno debe definir políticas, crear ambientes favorables para el desarrollo, establecer leyes que permitan la innovación, etc.

No es función del gobierno la creación de riqueza, para ello está la empresa. El gobierno velará porque la repartición de la riqueza sea de forma equitativa, que no se fuguen los capitales y que exista reinversión, claro, pero no está para crear riqueza.

- No es su función.

Lo mismo sucede con la empresa. Su papel no es el de gobernar ni tampoco el de generar conocimiento puro. En países como el nuestro, invertir en ciencia y desarrollo no es rentable. Otros países nos aventajan en muchos aspectos y una empresa tendría que invertir cantidades significativas con un retorno muy lento o a muy largo plazo.

- No es su función

Para ello está la universidad, la creación del conocimiento es su principal mandato, lamentablemente varios aspectos han dificultado esta labor:

La limitación de recursos es la más visible, las universidades tienen costos altos y sus ingresos cubren una gran parte de ellos en el ámbito de la educación, pero dejan recursos limitados para la investigación y la innovación.

Si a ello se añade la exigencia de los entes de regulación de la educación universitaria, que otorga calificaciones favorables basados en la cantidad de publicaciones en revistas indexadas, se obtiene que la investigación responde a un sistema mercantilista.

Y no al desarrollo puro del conocimiento.

Por el mismo motivo, la universidad ha obviado la etapa en la que una persona se “enamora” de la investigación o de la creación, porque no tiene utilidad práctica a corto plazo. Se fuerza a entrar inmediatamente en la metodología – no importa los resultados – con tal que exista una publicación al final.

Se han olvidado de la primera parte, tal vez la más larga, la fase de observación, de cuestionamiento, de conversación; la fase en que un mortal puede decidir que en verdad quisiera saber más sobre algo o que, en verdad quisiera encontrar una alternativa, una nueva y mejor forma de hacer algo, o una explicación a un problema que ha estado, durante mucho tiempo, complicando la vida de los demás.

Pero esa etapa no es rentable, al menos en el corto plazo, y como consecuencia no es ”financiable”. Lamentablemente, es imprescindible si se quiere alcanzar un desarrollo sostenible.

Es preciso crear ambientes de observación y discusión con cosas simples: una sala acogedora, unas sillas cómodas, un par de computadoras, acceso a internet, una mesa para discutir en ella, una pizarra, etc..

Incentivar el desarrollo de tesis que generen cambios profundos es otra forma, aún a riesgo de caer en desgracia de las instituciones gubernamentales de control por no cumplir con los estándares de eficiencia terminal.

Pero sobre todo promover el valor del investigador y, ya sea para conducir grupos o clubes de investigación, o incidir en el desarrollo de tesis se requiere de alguien enamorado de la investigación y que sepa reconocer el valor que existe en el esfuerzo de los demás y que oriente a su equipo hasta llegar, incluso a resultados mucho mayores que los previstos.

Y aquí vuelven a entrar los otros integrantes de la triada: el gobierno debe destinar recursos y promover la investigación pura, la empresa debe invertir en las universidades y abrir espacios e iniciativas donde se premie la innovación.

Sin embargo ni gobierno, ni empresa ni universidad están apostando a este modelo, parece ser que rige el criterio de “por qué debería hacerlo yo si el otro no lo hace”

Bueno, porque tal vez cuando uno se decida a hacerlo ya sea muy tarde.

Por ello, mientras se despiertan del letargo estos gigantes del desarrollo, estos Goliats, quizás la única esperanza somos estos “David” que estamos dispuestos a reunirnos, charlar, sumar esfuerzos y ponernos al hombro el país

Y el mundo.

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