Primera parte, Del grito al susurro

Vanessa no podía dar crédito a sus oídos

- ¿Que me amas? Pero, ¡cómo! O, más bien ¿por qué?

En su rostro se reflejaba incertidumbre, una mezcla de incredulidad y miedo; sus ojos, normalmente brillantes se habían apagado, no lo suficiente para ocultar su belleza pero sí para que René lo notara.

- No nos conocemos René, yo no sé casi nada de ti ni tú de mí, estamos viéndonos hace muy poco tiempo, ¿cómo es eso que me amas?

René fijó sus ojos en ella, no podía dejar de verla, su carita dulce y la paz que lo embargaba le hacían sentir que tenía muchos años menos.

- No lo sé, respondió calmadamente, no creo que sea algo que se pueda saber por qué, me preguntaste y respondí, solo eso sé.

La habitación, normalmente cálida se había tornado fría, la música parecía venir de lejos, demasiado lejos, el silencio pesaba y a René le parecía eterno.

Vanessa, siempre inteligente, siempre bella, en esa ocasión se encontraba perdida, no sabía qué decir, ¿qué podría decir?

- Estás, segúramente, engañado, tal vez es una ilusión, o un capricho, no, no es un capricho, no eres así, pero una ilusión sí, eso es, es tan solo una ilusión.

René no sabía qué decir, su cerebro trabajaba a una velocidad muy superior a lo normal, un sinfín de recuerdos, escenas que él ya creía olvidadas desfilaban ante sus ojos, veía a Vanessa y se veía también él en esa habitación que era otra, pero era esa, en esa ciudad que era otra, pero era esa.

No podía comprender lo que le sucedía, tenía ganas de hablar todo lo no hablado en décadas de olvido, sentía la necesidad de desenterrar un sentimiento que ya no existía pero que estaba ahí.

No era por alguien más, era por Vanessa, estaba seguro, pero era un sentimiento aprendido en otra época, cuando todo era más puro y más noble, cuando él era más puro y más noble o al menos, no tan envilecido.

Quiso hablar, quiso expresar lo que sentía y, simplemente, no pudo, él, acostumbrado a hacer vibrar de emoción a auditorios llenos de gente, a estudiantes en sus aulas, estaba derrotado ante unos ojos, otrora brillantes y hoy cargados de dureza.

No lo creo - sentenció Vanessa - no lo creo, es una ilusión, estoy segura, por lo demás, ¿qué puedes saber tú del amor? ¿será que no sabes amar?

El aguijonazo fue preciso y tenaz, René despertó como de un sueño, ahora lo tenía claro, ahora sabía por dónde empezar, su rostro se calmó y le invadió una súbita ternura, volvió a sentir la paz que le transmitía Vanessa y dijo muy pausadamente:

- Tengo una historia para ti, si quieres oírla, es una historia una vez escrita pero nunca mostrada, es una historia real, yo la viví y nunca la compartí, hoy siento que debo hacerlo,... si quieres oírla.

Su voz era firme pero suave, era decidida pero no había imposición en ella, sin saber cómo, Vanessa se acercó y tomó asiento muy cerca de René.

- Dime, dijo en un susurro, quiero oírla

René la miró, no temía ya, no sabía cómo Vanessa tomaría su historia, pero ya no importaba eso, sabía que era a ella a quien debía decírsela.

Escucha, dijo...

(continúa en la siguiente página)

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